
Carlos Anel Velez Desea compartir con todas las personas del planeta el amor de su hijo Santiago.
MAÑANA
Mañana, cuando llegue el momento de abandonar este mundo terrenal, cargaré con un gran equipaje en el que llevaré mi tesoro.Haré caso omiso de esa frase tan trillada, "cuando te vayas no te llevaras nada" yo cargaré con mi fortuna lo más valioso que poseo en esta vida.Llevaré aquellas escenas de tu infancia hijo mío, el último beso de tuyo, la sonrisa, tus abrazos, llevare conmigo tu imagen, nuestras alegrías juntos, los tiempos compartidos, Cómo podría olvidar la imagen de la luz del señor sol en cada amanecer, el canto de las aves, el aroma de las flores, la danza de las estrellas alrededor de una luna llena.Son parte de mi tesoro, cómo no llevar tu sonrisa hijo mío, los abrazos y gestos de tu cara de felicidad al compartir tiempo juntos, las palabras de aquellos tan bellos momentos que pasé contigo, si son tan míos que estarán donde yo esté.Es mi tan preciado tesoro, nunca olvidaría meter al equipaje la sensación de ver mi reflejo en la mirada de tus ojos hijo mío, ni la sensación que paralizó mi cuerpo al verte la primera vez, la ternura de aquella...mi primera vez ” cuando la felicidad a mi llego al verte nacer. Te llevare conmigo siempre para que cuando la lluvia sientas en tu cabellera, imagines que tu padre está presente, que cada gota de lluvia es un mensaje para expresar mi amor por ti, que en cada rayo de sol que acaricie tu cara, sientas el amor de tu padre presente. Dedicada a ti mi súper héroe, la rama de este árbol, mi inspiración y fuerza única, para ti mi amado hijo, ¨¨Santiago¨¨.
Doy Quetey/Te Amo.
Tu Padre/Carlos Anel Vélez. Enero 07, 2013

Comanche
Madrugada de padre e hijo.
Por: Carlos Anel Vélez el 30 de Enero 2011 8:01 PM
Un viernes a las 10:30 de la noche en casa. Santiago y yo despiertos. Santiago, mi hijo de tres años, que a veces me sorprende a la media noche después de mis labores y sale corriendo por el corredor, abriendo sus bracitos y gritando ¡papa papa!
Pero esa noche, Santi, que apenas está descubriendo y haciendo cosas nuevas, quería jugar conmigo. Saco un cuaderno, lo puso sobre la mesa del comedor, en donde ya estaban los colores, y se me quedó mirando como diciéndome: 'ayúdame papa'.
Era dibujar unas líneas de arriba hacia abajo, uniendo unos puntos. Le fui diciendo cómo hacerlo y en cada línea lo hacía mejor, yo le decía qué se tenía que repetir.
Terminamos de dibujar, lo abracé y le di un beso de felicitación y él me dijo: "Gracias, papa, por ayudarme por enseñarme". El corazón se me lleno de felicidad al escucharlo hablar de esa forma y darme las gracias.
Pero Santiago estaba dispuesto a trasnochar. Yo empecé a hacer un trabajo en el computador y él quería pintar. ¿Puedo pintar, papa? "Claro". "Gracias, papa", y se fue a buscar sus libros de colorear. Al rato regresó: "se perdieron, papa. Los libros se perdieron", dijo.
Me puse a buscarlos con él por las habitaciones, la sala, el comedor y hasta en la cocina. No estaban. Luego recordé que los había almacenado ya porque ya estaban coloreados completamente.
Pero Santi no estaba dispuesto a dejarse rendir. Buscó un cuaderno, me lo trajo y me pidió que le hiciera un dibujo para que él lo pudiera pintar. Le dibujé una casita, con una ventana y le hice una sonrisita. - Nooooo papa, las casas no tienen sonrisitas, me dijo, y se fue hacia la sala, que da hacia afuera.
Yo seguía en el computador porque no me funcionaba bien el correo electrónico y Santi seguía preocupado por la sonrisita que le coloque a la casa. - Ven papa, ven, me llamaba con la mano. Me llevó hasta la ventana y me mostró desde ahí las otras casas del conjunto. - ¡¡¡Ves!!!! No tienen boca! Ahhhhhh, papá!
Acepte que las casas no tienen sonrisas, seguí con el computador. Santiago regresó. "Papa, te quiero" I want you, dijo primero en ingles. Y luego me mostró cómo había pintado la casita que yo le había dibujado. -¿Verdad que lo hice bien papa?- ¡Te está quedando muy bien!, le dije, Gracias, papa el respondió.
Luego se fue para su cuarto y regresó diciéndome: “Faltan los juguetes, faltan los colores, Donde están papa?".
Al final no entendí por qué protestaba, pero me mostró otra página del cuaderno para que le hiciera otro dibujo. Le dibujé un carrito, pero me cuidé de que no tuviera sonrisita. La pintó y al rato regresó a mostrármela. Te pasaste. Pintaste la ventana del carro. No te tienes que salir de las rayitas hijo, le dije. A mí me gusta, me contestó.
Cuando me pidió otro dibujo, solo pensé en dibujarle otro carro. - No, papa. Ahhhhh... Yo quiero un dibujo de las pistas de Blue, me dijo.
Afortunadamente he sido un aficionado a los programas de caricaturas en el televisor al igual que Santiago, y conocía de lo que me estaba hablando. Dibujé entonces un dibujo de las pistas de Blue y él lo pintó.
A esas alturas de la noche yo ya estaba estresado porque no lograba que me aparecieran en pantalla los programas predeterminados en mi equipo, la pantalla no me dejaba ver una página completa, cuando escribía no me aparecía el texto....y por supuesto, no había podido hacer nada de lo que tenía que hacer.
Santi llegó a mostrarme cómo había coloreado el dibujo de las pistas de Blue. Estás pintando por fuera, le dije. Siempre dentro de las líneas hijo.. Y me mostró el carro que había pintado antes: mira, aquí pinté bien las llantas, dijo.
Le pedí que en adelante, hiciera el mas dibujitos, mientras yo resolvía el problema en el computador, y que los pintara él, ahí al lado mío. Hizo unas líneas en una hoja y dijo: "Ya sé pintar, una puerta". ¿Dibujaste una puerta? Está bonita. Y dónde está la llave, le pregunté. ¡La llave!, ¡la llave!, ¡la llave!, exclamó y corrió a buscar un lápiz. ¿Con qué color?, me preguntó. Con el que tú quieras, pero que se vea bien dije, Ay ay ay papa, dijo él.
Unos minutos después: ¡La llave! ¡Mira la llave papa! Ahora píntala sin salirte de la forma chiquilín. Despacito, le dije.
Bueno.... ¡Ciao!, ¡Ciao!, ¡Ciao!, se fue diciendo y corriendo. No te saliste. Eso está muy bien, le dije cuando me mostró otra vez el dibujo. Gracias papa, contestó. Y al momento, orgulloso, me dijo: ¡mira, una carita feliz para ti papa! (me la había dibujado).. Caminó un ratico por ahí y me dijo: Papa. No quiero colorear más. Entonces ve a dormir (ya eran las 12:30 de la madrugada). No tengo sueño. Quiero armar rompecabezas, dijo y se fue para su habitación.
Al momentico me llamó. Quería coger unos muñequitos. Le dije que no se podía y él decidió jugar entonces con una pieza de armar figuras. Yo regresé al computador. Él se quedó sacando las piezas de su juguetería y diciendo: "Papa, todo yo. Me sacas las piezas pequeñas si papa?". Empecé a ayudarle. Pasaron varios minutos y llegó con las piezas armadas. ¡Qué bonito! ¿Qué es?, pregunté. "Un muñequito para caminar", contestó.
Pero venía el otro trabajo: despegar las piezas. Él no podía con las pequeñas. Empecé entonces a separárselas. "Eso... Si papa", dijo.
Ya era la 1:06 de la mañana. Santi decidió que no quería armar más y empezó a recoger todo para llevarlo a su sitio. "limpiar, limpiar, limpiar", decía mientras iba y venía entre la sala y su habitación, llevando las piezas.
Luego me llamó a la ventana: 'Papi, mira, está un poco de día', me dijo, señalando un poste del conjunto, que tiene una luz blanca. No. Está de noche aun Santi. Ese es un poste, mi chiquilín, le dije. Ven. ¿Ves la luz? Está un poco de día, me dijo.
En ese momento decidió que iba a armar rompecabezas. Y trajo dos. Los puso en el piso a la 1:15 de la mañana. Y 20 minutos después terminó de armar el primero. ¡Bravo, bravo mi chiquilín!, dije.
Gracias papa, respondió, haciendo cara de orgullo.
A la 1:36 a.m. volteé a mirar y había armado el segundo. "¡Bravo!", dije. "¡Que susto papa!", respondió.
Entonces estornudé y él agregó: salud papa.
Un poco más tarde, cuando yo estaba concentrado en el computador, me llamó: "Papa". Y me mostró orgulloso el otro rompecabezas. El más grande. ¡Lo armó como en seis minutos! Cuando terminó otro (eran cuatro al final) se fue a guardarlos.
Voy a ver televisor papa, me dijo. ¿Me dejas darte un abrazo?, le pregunté y él se me lanzó a los brazos. Nos quedamos así un buen rato abrazándonos, como el primer día en que llegó al mundo. Lo lleve a cama, frente al televisor, y él se escondió entre las sábanas para que le hiciera cosquillas. ¿Te tapo Santi? Le dije. Sí, pero así sentado, respondió. Bueno. Te dejo al patico (su almohada) que le gusta mucho y duerme con ella al lado mío. ¡Sí! Quiero al patico, dijo mientras lo abrazaba y se quedaba dormido en cuestión de segundos.
Ya eran más de las 2 de la mañana. Una mañana en la que me fui a dormir feliz. ¿Qué más le puede pedir uno a la vida con un hijo tan hermoso y bello como Santiago? ¡Gracias Santiago por ser parte de mi vida! Doy Quetey soyt.
Carlos Anel Vélez
